padres
Dinero y pareja
El manejo del dinero en una pareja puede ser una fuente de conflictos y volverse una lucha de poder, si no existe buena comunicación y acuerdos establecidos conforme a la dinámica del hogar y a la forma en la que se decide administrar las finanzas.
Las cuentas claras además de
conservar la amistad, pueden ayudar a la
pareja a mantenerse unida evitando problemas y discusiones que tengan como eje
central el tema del dinero. Ni bien comienza la convivencia es oportuno fijar
pautas de organización financiera y mucho más cuando se piensa en formar una
familia y en la llegada de los hijos. Es fundamental que se determine si cada
uno manejará sus ingresos o si se establecerá un fondo común.
Ante la llegada de un bebé,
los padres deberán adaptarse a cambios trascendentales y asumir que la economía
familiar sufrirá grandes variaciones. Poder prepararse, proyectar y comunicarse
brindará una mayor estabilidad emocional a la pareja. Para las mujeres, siempre
más conectadas con la idea de la maternidad que los hombres, es más fácil ser
conscientes de lo que significa satisfacer las necesidades de un nuevo
integrante en la familia. Sin embargo, poco a poco, ellas pueden ayudar a los
papás a involucrarse más y estar al tanto de lo que se gasta en leche, pañales,
pediatra, medicamentos, etc. El cuidado de los hijos es una responsabilidad
compartida y no debería recaer sólo en uno.
Es común que mujeres
independientes que trabajan y tienen sus propios ingresos, se sientan
desestabilizadas cuando sus esposos les proponen dejar de trabajar y quedarse
en casa a cuidar a los hijos. Si ella no se preparó y tomó la decisión desde el
bienestar, consiente de los cambios que esto conlleva, seguramente el panorama
no será alentador, ya que tenderá a deprimirse y sentirse poco productiva.
Cuando una mujer deja de trabajar para quedarse en casa pierde
el contacto social que solía tener y normalmente aparece una contradicción
entre las ganas de quedarse tiempo completo con su bebé y recuperar su vida
anterior. Si además no encuentra ese
espacio social en otro ámbito, aunque no sea laboral, aparecerá el mal
humor y la irritabilidad lo que deviene
en el roce constante y seguro con la pareja.
Yo tengo el poder
Utilizar
el dinero para controlar o dejar a la pareja en situación de sumisión es una
forma de violencia. Muchas mujeres no encuentran la forma de cortar este tipo
de vínculos tóxicos y soportan humillaciones, malos tratos y hasta golpes por
la incertidumbre que les genera dejar de depender económicamente del otro.
Esto continúa pasando a
pesar de que la mujer ha ganado mucho terreno en la lucha por sus derechos y
hoy ocupa lugares que antes le estaban vedados. Sólo unas décadas atrás el
hombre era el proveedor de la casa y era quien tomaba todas las decisiones
respecto a lo que se hacía con el dinero que él ganaba. La mujer se quedaba en
la casa y no tenía permitido ni siquiera opinar.
Yo administro, tú administras
Cuando
uno de los dos es desordenando con el dinero y el otro es bueno para
administrar, quizás sea la mejor opción que este último tome las riendas y
maneje las cuentas, asumiendo más responsabilidad que el otro, por ejemplo, si
olvida realizar un pago o si gasta de más sin el consentimiento de su pareja.
Algunas mujeres, que administran solas la economía en sus hogares,
pasan a tener un hijo más en sus maridos, ya que ellos adoptan una postura
cómoda y se limitan a pedir dinero día tras día pensando únicamente en sus
requerimientos.
Por todo esto, lo más conveniente sería que
ambos se ocupen de las finanzas, conversen y negocien de manera
inteligente.
¡Bajando el tonito!
Hablar de forma
adulta sobre dinero y sobre lo que representa para cada uno, no es algo que
puedan hacer todas las parejas con calma y sin reproches. En muchas discusiones
el tema de la plata pasa por dar o quitar poder. Es común escuchar frases del
estilo “yo te tengo que mantener”, “con mi sueldo hago lo que me da la gana”,
“me vas a fundir” y muchas otras más, que se plantean como continuos pases de
factura y que a la larga no llevan a ninguna parte.
Sólo una buena comunicación basada en el respeto y el objetivo claro de que hay
un proyecto en común, que es la familia, todo se puede dialogar y congeniar. No
hay que olvidar que el tono empleado en una conversación puede hacer grandes
diferencias.
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Despilfarrador vs. Tacaño
Los extremos son
malos. Lograr un equilibrio sano debería ser el objetivo. Derrochar y gastar lo
que uno no tiene traerá serias complicaciones a la pareja, pero por otro lado
si uno de los dos es demasiado avaro también aparecerá el resentimiento en
algún momento.
El despilfarrador esconde problemas de autoestima y consumiendo
siente que adquiere la seguridad que le falta. El tacaño se pierde de disfrutar
de los momentos importantes de la vida con tal de no gastar. Generalmente esto
tiene que ver con carencias económicas vividas en el pasado y con el temor
constante y hasta traumático de volver a sufrirlas
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Con
el asesoramiento de Gabriela Torres. Licenciada en Psicología.