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Los límites

Los límites son el marco de contención que todo niño necesita para aprender a comportarse y relacionarse socialmente. Impartirlos con amor, firmeza y seguridad es una gran responsabilidad que tienen los padres a la hora de educar.

Para ahondar en este tema cabe comenzar diferenciando el límite del castigo. Hoy por hoy se habla comúnmente de límites cuando ya se está ejerciendo un castigo al niño por desobedecer. Sin embargo, poner límites no tiene que ver con reprender, gritar o penitenciar, sino con fijar pautas de conducta y transmitir recursos para que pueda aprender a distinguir lo correcto de lo incorrecto, y adquiera capacidades para convivir y establecer relaciones en sociedad.

Así como los límites demarcan el territorio de una provincia, o las funciones que cada empleado tiene en una empresa, para un niño los límites funcionan como herramientas que le permiten vivir de un modo más feliz y organizado, ya que representan la distancia necesaria para separar las relaciones humanas y los ayudan a comprender que la libertad de uno termina donde empieza la del otro.

El estilo de educación
Los padres tienen que estar de acuerdo en un estilo de educación y esto debe ser conversado previamente, hay puntos que se irán resolviendo en el momento pero en la crianza no debe haber demasiada improvisación. La pareja irá estableciendo los valores y principios que sustentarán la educación de los hijos, incluso desde antes de tenerlos. 

Las diferencias surgirán y es normal porque somos personas distintas y tenemos diversas interpretaciones de la realidad. Pero esto debe dar lugar a conversaciones privadas y no a discusiones en las que quedan de manifiesto ciertas inconsistencias delante del niño. Él debe ver a sus padres unidos como un bloque y será tarea de ellos dialogar hasta encontrar un acuerdo, unificando el mensaje que luego se le dará al menor.

Los padres como amigos
Los tiempos han cambiado y a veces se alterna la función principal de ser padre con la de ser amigo. Puede que esta cierta afinidad permita  compartir y abordar temáticas más amplias, pero los padres deben cuidar muy bien su lugar de autoridad y ganarse el respeto en lugar de imponerlo.

Escasez
La ausencia o escasez de límites genera un caos en la vida de cualquier persona, pero mucho más en un niño. La mayoría de los padres de hoy tiene dificultad para poner límites. Esto se relaciona con una gran inseguridad a la hora de educar. Muchos prefieren ser permisivos para no tener que soportar los berrinches, enojos o llantos de los chicos. Están también quienes temen perder el amor de los hijos y por eso son más flexibles. En la actualidad, cada vez se recurre más a los psicólogos, psicopedagogos y docentes buscando ayuda y contención.

La falta de límites implica una carencia afectiva. El niño interpreta que si sus padres no lo limitan, no lo aman suficientemente. Si todo da igual y todo está permitido percibirá que no se preocupan por él, ni lo consideran importante.

Excesos
Cuando poner límites se transforma en un modo de sobre-exigir y controlar todo lo que hacen los niños presionándolos o manipulándolos estamos ante un problema más complejo. Estar encima de ellos, diciéndoles todo el tiempo qué hacer y qué no,  genera una dependencia muy fuerte y al crecer esto se irá transformando en baja autoestima y dificultades para tomar decisiones.  Cuando los hijos son muy exigidos y se sienten carentes de afecto tienen miedo a sentirse rechazados y están más predispuestos a las fobias y ansiedades tan comunes en estas épocas.

El exceso de límites está vinculado a un falso concepto. Una cosa son los límites y otra las exigencias que se le plantean a un hijo por lo que se espera de él. En algunos casos al crecer los chicos reaccionan con rebeldía desafiando a los padres y se instala una lucha de poderes para probar quien gana al final.

 

¡Descontrol!
Cuando los padres ya están desbordados y sienten que no pueden manejar la conducta de los chicos porque la situación se sale permanentemente de control, tendrían que preguntarse qué ocurrió previamente y si los límites fueron puestos en la forma y tiempos adecuados. Los especialistas recomiendan ponerlos desde que nacen y fundamentalmente hasta los 5 o 6 años, edad en la que el niño ya tiene su personalidad prácticamente formada.



Con el asesoramiento de Silvia Bardas. Psicóloga.  





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