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Princesita mía

¡Es una nena! Estás esperando a tu princesita y te preguntás cómo será criar a una hija y cómo fortalecer el vínculo con ella. El mismo puede ser amoroso pero también complicado. Esto va a depender gran medida de la madurez emocional de la madre, incluso desde el embarazo.

El vínculo madre e hija es uno de los más fuertes e intensos que existen. Comienza a gestarse en el embarazo y provoca una gran transformación en el seno de la familia y la pareja luego del nacimiento. Esta relación va a depender en gran medida de la madurez emocional de la mamá,  de su habilidad para afrontar conflictos y aprender de las experiencias, y de su capacidad de resiliencia.

A través de los vínculos primarios, las niñas aprenden a sentirse amadas, reconocidas y seguras. Ahora, si por traumas o experiencias emocionales intensas, los padres no pueden proveer de esta estabilidad, ellas crecerán con déficit de apego y se transformarán en mujeres con dificultades para entablar relaciones interpersonales.

Una hija instala cuestiones pendientes. 

Todos tenemos una historia, somos hijos, fuimos niños, y muchas veces los temas no resueltos de  nuestra infancia o las experiencias de vida se actualizan en el vínculo con los hijos. Una madre puede tener un modo de relacionarse muy armónico y estable con los demás, pero puede reaccionar de manera efusiva y con respuestas desbordadas cuando se vincula con su hija.  Esto puede explicarse si analizamos las vivencias de la madre a lo largo de su vida. Seguramente encontraremos conflictos no resueltos y dinámicas personales que necesitan ser trabajadas.

Déficit de apego

El apego es la relación de aceptación y de base segura que la madre, el padre y los cuidadores le proporcionan al bebé. Puede ocurrir que una mamá pase mucho tiempo con su hija, por lo cual podríamos decir que es una madre presente físicamente, pero tal vez no puede conectarse emocionalmente con las necesidades de su pequeña. Entonces, la niña crecerá resolviendo sola sus problemas y aprenderá a no pedir ayuda, debido a que durante la infancia percibió que la ayuda de su madre no estaba disponible, aunque la pidiera.  

Vínculo ambivalente

Están las mamás que crean un vínculo ambivalente con sus hijas, ella se muestra presente por momentos, y de repente se desregula, se muestra enojada y gruñona. La niña no puede predecir qué mamá será la que aparecerá y esto genera en ella un patrón de inestabilidad emocional.

Madres tóxicas

Existe también un vínculo madre e hija altamente traumático cuando el mismo se asienta en la negligencia, el abandono y el maltrato. Estas experiencias generan un modelo de relación donde la conducta de la madre, además de ser predecible, deja huellas emocionales muy dañinas.

A las niñas que les toca lidiar con este tipo de madres tóxicas, no se les presenta en la mayoría de los casos la oportunidad de elegir cómo vincularse, pero al crecer, estas mujeres podrán decidir sobre sus relaciones de manera adulta, sanando los aspectos del vínculo que han sido dañados y resolver quiénes van a formar parte de su mundo afectivo.

Su vida proyectada en la vida de su hija

Hay madres que proyectan su vida en las vidas de sus hijas, ya sea porque vivieron situaciones adversas o se equivocaron al elegir.  Tal es así, que comienzan a tomar decisiones trascendentales en la vida de sus hijas, las sobreprotegen y las controlan exageradamente. Muchas veces esto se ve en la expectativa desmedida que pone la madre en el cuerpo de  la hija, quizás recordando el cuerpo que a ella le hubiera gustado tener. De esta manera, los estereotipos de belleza y esbeltez se van transmitiendo intergeneracionalmente, así como conceptos erróneos a cerca de la femineidad y el rol de la mujer en la pareja y en la sociedad. Lamentablemente si no se toman los recaudos necesarios, el vínculo madre e hija puede ser promotor de la violencia. Y aquí cabe aclarar, que la mujer nunca causa la respuesta violenta del hombre. Lo que estamos diciendo es que una mujer puede estar adaptada a un modo de relacionarse que de alguna manera naturaliza la violencia.

Problemas alimenticios 

Se han visto muchos casos de niñas y adolescentes con obesidad, sobrepeso, o trastornos alimenticios como la bulimia y la anorexia, que presentaban vínculos tormentosos con sus madres. La comida termina funcionando como un elemento que genera gratificación y activa centros del placer. Las emociones negativas como la ansiedad, la ira y la angustia se alivian o se tapan con comida y esto puede ser muy perjudicial para la salud mental y física de estas chicas. Estas problemáticas que tienen que ver con la alimentación son multi causales, con lo cual una mala relación con la madre puede ser sólo uno de los tantos factores que las provocan.


Con el asesoramiento de Carina Salas. Licenciada en Psicología.





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