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¡Valores! predicar con el ejemplo

Lo que quieras que tu hijo aprenda, enseñáselo con el ejemplo. Los niños toman de modelo a sus padres e imitan su comportamiento. Inculcales valores desde las acciones y no sólo desde la palabra.

En las primeras personas que se refleja el niño es en sus padres. Su mirada está atenta de forma permanente a las acciones de papá y mamá, y de aquellos cuidadores que pasan tiempo con él, ya se una abuela, una tía o la niñera. De esta modo, es como surgen los modelos y patrones de interacción, en función de lo que cada uno vive en su hogar. Esto no significa que un chico que provenga de un hogar violento vaya a serlo irreversiblemente, porque los esquemas pueden romperse y las historias no repetirse, pero sí es posible que vaya a tener mayor predisposición a reaccionar violentamente ante ciertas situaciones.

“Haz lo que yo digo, no lo que yo hago” es una frase muy empleada por aquellos padres que no logran mostrar coherencia entre lo que intentan inculcar y la manera en la que se comportan frente a sus hijos. Lo ideal sería poder “decir menos y hacer más” mostrándoles a los chicos el valor de compartir o de tener paciencia, a través del ejemplo y no de la boca hacia afuera.

Los niños aprenden por imitación desde muy pequeños, incorporan las normas básicas de socialización, adoptan buenos modales en la mesa, dicen “gracias”, “por favor” y “perdón”, porque han visto a sus padres hacerlo anteriormente. Entonces, son ellos quienes modelan a los hijos tal como quieren modelarlos, pero hay que saber que cuando no está la intención específica del proceso de enseñanza, el niño permanece observando y va adquiriendo información estudiando la manera en la que los adultos se expresan, sus gestos y su forma de relacionarse con el otro.

Una equivocación muy frecuente es la de caer en los “sermoneos”, largos y monótonos discursos con tono imperativo, en los que la mayoría de las veces los argumentos no están respaldados por las acciones. Lo que el niño necesita son herramientas que le permitan discernir entre lo que está bien y lo que está mal, para aprender a tomar buenas decisiones, lo que le va a servir para el resto de su vida. A temprana edad, no se tiene registro de las consecuencias que tienen los propios actos y por eso es tan importante, en este sentido, ejemplificar desde la acción y no sólo desde la palabra.

La contradicción del “hacer y el decir” por parte de quienes tienen la responsabilidad de educar, tiene un impacto negativo en los niños y adolescentes, genera inseguridad y desconfianza. Mientras, que cuando uno de los padres reconoce que cometió un error y pide disculpas, está dando un mensaje de humildad y voluntad para el diálogo. También, está mostrando que no existe la perfección en la paternidad, que todos tenemos nuestras vulnerabilidades, pero que estamos haciendo nuestro trabajo de la mejor manera posible y que si erramos podemos corregirlo.

Sobreexigir a los hijos o a nosotros mismos es completamente contraproducente. Las expectativas deben ser realistas y es fundamental conocer y respetar las capacidades que tienen los hijos para ayudarlos a desarrollarse en sus múltiples inteligencias. No podemos pretender que sean “perfectos” en todo lo que hagan, cada quien va a destacar en diferentes ámbitos y es maravilloso orientarlos para que puedan elegir aquellas actividades que más disfrutan y sean de su preferencia.

Sabías que?
En nuestra provincia ya contamos con algunos establecimientos educativos que le dan un lugar primordial a la educación de las emociones, enseñándole al alumno a identificar la emoción que están experimentando y a manejarla de forma correcta.

Con el asesoramiento de Pilar Seppi. Psicóloga





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