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¿Le presto mi celular?

Como padres nos vemos en la disyuntiva de permitir o no que nuestros hijos tomen contacto con los dispositivos electrónicos sobre todo a temprana edad. Es sumamente importante que podamos conocer los riesgos a los que están expuestos cuando su utilización es excesiva o negativa, pero sobre todo que aprendamos a poner los límites que necesitan.

¿Cuándo es momento de prestarle mi celular?, ¿existe un periodo de tiempo que se recomiende para su utilización diaria?, ¿cuáles pueden ser las consecuencias del exceso de tecnología en un niño? Estas son algunas de las preguntas que nos hacemos los padres en relación al uso de dispositivos electrónicos por parte de nuestros hijos.

La tecnología llegó para quedarse y tanto a adultos como a niños nos cuesta resistirnos a sus encantos. Sabemos que puede tener efectos positivos o negativos en la vida de las personas pero aun así nos sentimos atraídos y dedicamos una parte valiosa de nuestro tiempo al uso de estos elementos digitales.

Según la Academia Americana de Pediatría “los chicos no deben tener acceso a estos dispositivos por lo menos hasta los 2 años, edad clave en su desarrollo neurofisiológico. También indica que desde los 3 a los 5 años se recomienda que los niños estén en contacto con la tecnología sólo una hora al día, y desde los 6 a los 18 años se aconseja que no más de 2 horas”.

Estas cifras distan mucho de la realidad y hoy tenemos niños y adolescentes que pasan gran cantidad de horas jugando juegos o viendo videos frente a las pantallas de teléfonos, tablets, Play Station, computadoras y televisores. Vemos a diario a bebés pegados a estos dispositivos porque a sus padres les resulta cómodo mantenerlos entretenidos mientras están ocupados en otras actividades. Es muy tentador, observar a los pequeños interactuar con el manejo de estos aparatos y muchas veces nos dejan asombrados con su innata capacidad para hacerlo, lo que no quiere decir que debamos dar rienda suelta a su utilización.

El exceso de tecnología hace que los niños se aíslen y tengan poca interacción con los otros, duerman menos, tengan mal rendimiento académico y sean sedentarios, lo que trae como consecuencia el sobrepeso y la obesidad. También puede provocar la falta de desarrollo de habilidades emocionales y sociales verdaderas y se asocia a dificultades en ciertas habilidades cognitivas como el lenguaje, la atención, la memoria, y la capacidad de retener y transferir lo aprendido a nuevas situaciones.

El contacto desmedido con lo digital hace entrar a los pequeños en un mundo paralelo en el que ellos creen que aprenden a relacionarse con otros y a resolver conflictos pero en la vida real interactúan con dificultad y les cuesta ser creativos. Por la tecnología, han modificado sus tiempos de concentración, sus modos de aprender, sus juegos y también sus formas de jugar. Se vuelven sedentarios porque pasan muchas horas sentados y jugando virtualmente y eso trae graves consecuencias.

SUPERVISIÓN DE LOS PADRES

Los papás deben limitar y regular el tiempo de uso de los aparatos electrónicos y también solicitar filtros de control parental porque los niños no tienen la suficiente madurez emocional para darse cuenta de un contenido inadecuado o de una situación extraña y por eso muchas veces quedan expuestos y suelen ser víctimas de grooming o algún otro tipo de acoso.

A través de las redes sociales, los chicos abren su vida de par en par, suben fotos, publican historias y exponen constantemente su actividad cotidiana. Muchas veces lo hacen ingenuamente porque no se dan cuenta del grado de importancia de la información que están compartiendo con otros.

Por eso es tan importante que los padres enseñen sobre las formas de auto cuidado en Internet y generen situaciones de diálogo con sus hijos porque allí detectarán si el pequeño está atravesando un momento difícil y podrán ser su soporte emocional. Pero si el niño no tiene este apoyo familiar, y a su carencia de recursos internos para lidiar con el dolor se suman factores externos que lo afectan directamente, se coloca en una situación de extremo riesgo.

Con el asesoramiento de Carina Salas. Licenciada en Psicología






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