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La educación de los niños con discapacidad en época de pandemia.

Con la llegada del COVID-19 a nuestro país, los servicios de apoyo a los niños, niñas y adolescentes con discapacidad se vieron afectados. Así como en el ámbito asistencial se produjeron cambios radicales en la prestación de servicios, también el área educativa se vio afectada. La crisis sanitaria produjo el cierre de escuelas como medida preventiva, sin dar tiempo a establecer de antemano medidas de acción frente a este nuevo contexto, propiciando un escenario de incertidumbre, donde se busca satisfacer y respetar los derechos de los alumnos de la mejor manera posible.


Nos encontramos atravesando una situación excepcional, sin precedentes, donde las instituciones educativas debieron acomodarse de forma casi inmediata a las nuevas medidas y no ir a la escuela (de manera presencial) formó parte de las políticas de cuidado. Todas las instituciones de todas las modalidades educativas debieron adoptar un nuevo modelo de educación on-line, educación a distancia. Pero ¿Qué ocurre con las escuelas de educación especial? ¿Cómo hacemos para “habitar” la escuela a la distancia? ¿Cómo acompañamos a un estudiante con discapacidad en su trayectoria educativa? ¿Qué ocurre con estos niños para quienes la presencia áulica les era de suma importancia, donde el contacto físico, la mirada, el vínculo con pares y la guía en forma permanente del docente les eran de sostén para llevar a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje? ¿Qué ocurre con aquellos que no cuentan con acceso a internet? ¿Con aquellos niños o niñas que más allá de la conectividad, requieren otro tipo de seguimiento o intervención para el acceso a los contenidos pedagógicos?

También nos preguntamos, ¿Qué ocurre con los niños, niñas que requieren de una docente de apoyo a la inclusión y las adecuaciones curriculares socio-constructivas (ACS) son esenciales para acceder a los contenidos? Las escuelas siempre han tenido un papel mucho más amplio que educar, constituyen un refugio seguro, un ámbito social y, en particular, las escuelas de educación especial, ofrecen a los niños y sus familias un apoyo vital individualizado. Espacio de sostén y de cuidado. Es importante mencionar que en dichas escuelas no sólo se enseñan contenidos académicos, la escuela es para los niños y niñas un lugar de encuentro, donde ocurren otras cosas más allá del aprendizaje curricular, se aprende a vivir con otros, se aprende de la empatía y los tiempos de espera, es el encuentro con pares.

Los alumnos de las escuelas de educación especial constituyen uno de los grupos más vulnerable ante la situación de continuar las clases desde sus hogares. Dentro de las dificultades, podemos destacar:

• Problemas económicos: inherentes a las familias de bajos recursos, monoparentales, en situación de desempleo como consecuencia de la cuarentena.

 • Falta o dificultades en el acceso a prestaciones asociadas a la concurrencia a centros educativos tales como el comedor. La pérdida de este tipo de prestación tiene un impacto muy negativo para muchas familias que viven situaciones de precariedad o han quedado expuestas a situaciones de exclusión durante esta pandemia.

 • Acceso a internet: No todas las familias cuentan con una conexión estable ni con equipos informáticos adecuados para poder acceder a las actividades propuestas. En algunos casos, el uso es limitado, debido a la utilización del dispositivo por otros miembros del hogar por cuestiones educativas o laborales.

• Fallas en el acceso o comprensión de los entornos digitales. No todas las aplicaciones son fáciles de usar y entender. Tanto el contenido curricular (relacionado con la comprensión de textos, imágenes o vídeos), como la navegación (acceso a páginas web, configuración, uso e instalación de aplicaciones) representan desafíos para personas con discapacidad intelectual o del desarrollo, problemas de lectoescritura o en el caso de personas mayores, entre otros. Algunas familias tienen escasas competencias digitales que puedan asegurar un uso efectivo de muchos recursos tecnológicos y, por tanto, es difícil que puedan facilitar el apoyo a sus hijas e hijos con discapacidad intelectual.

• Niños que reciben apoyo a la inclusión educativa durante su trayectoria escolar: al momento de declararse el aislamiento social preventivo obligatorio, a los 10 días de haber comenzado las clases, mucho de esos niños no llegaron a tener a la docente de apoyo a la inclusión y más aún su docente de grado no llegó a conocer sus formas de acercarse al conocimiento ni que estrategias de aprendizaje le era más significativa.

• Ciberacoso (ciberbullying) o acoso a través de herramientas tecnológicas. El aumento del tiempo de uso de internet y de las redes sociales durante el confinamiento, incrementa el riesgo de este tipo de situaciones de abuso.

• Rol de la familia en la supervisión de actividades. La implicancia y la responsabilidad en la tarea educativa necesita ser compartida con la familia. La enseñanza a distancia requiere de un apoyo constante desde el núcleo familiar con supervisión permanente de las tareas y establecimiento de rutinas educativas en el día a día, lo cual supone un sobreesfuerzo para las familias que se ven obligadas a asumir papeles muy profesionalizados. El tiempo destinado a este nuevo papel se torna incompatible para muchos frente al desarrollo de sus actividades laborales, lo cual supone situaciones de estrés y frustración. Las familias no pueden asumir el papel de los maestros y profesionales que atienden a sus niños.

• Situaciones de estrés como consecuencia de desempleo familiar, enfermedad, fallecimiento y duelo, que son difíciles de comprender o asimilar para niños y niñas con discapacidad intelectual o del desarrollo. La pérdida de rutinas, espacios o actividades ligados a estas situaciones alteran la estabilidad del hogar y por ende el proceso de enseñanza.

• Falta de motivación del alumno para trabajar de forma independiente frente a una computadora. La pérdida de la rutina diaria que proporciona la escuela implica un desafío para los alumnos con discapacidades que son sensibles al cambio (como los niños que tienen Trastorno del Espectro Autista), que requieren de una motivación constante para llevar a cabo las propuestas, que presentan déficit de atención o dificultades de aprendizaje y que requiere de la presencia física de un adulto, la explicación detenida, utilizar herramientas para la explicación como ser material concreto, con apoyo visual o auditivo, etc.

• Alumnos que finalizan su etapa educativa y quedan excluidos del sistema escolar, sin poder realizar el último curso escolar completo. La preocupación del alumnado y de las familias aumenta porque no saben cuál va a ser su futuro • De parte de los docentes: escasa formación para el apoyo de procesos de aprendizaje a distancia. El desconocimiento e incertidumbre por parte del profesorado de los impactos negativos del COVID19 y la situación de confinamiento, así como las medidas necesarias al momento de la reactivación de la actividad educativa.

• En algunos casos y por motivos diversos, se observaron la suspensión de tratamientos específicos en fonoaudiología, psicopedagogía, fisioterapia, psicología, psiquiatría y esto puede poner en riesgo una involución o desequilibrio en el proceso educativo. 


FUENTE: Sociedad Argemtina de Pediatría. 





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