lactancia
¿Por qué muchas mujeres tienen problemas para amamantar?
Se sabe más sobre la
leche de vaca que sobre la leche humana. Las nuevas investigaciones sobre la
composición de la leche materna y los factores que influyen en su producción
podrían cambiar la vida de millones de personas.
Incluso
en su aturdimiento, después de la sedación, Chandra Burnside se empeñó en
amamantar a su primer hijo. Era mayo de 2010, y la entonces abogada de 29 años
acababa de dar a luz mediante una cesárea de urgencia en un hospital de
Virginia (Estados Unidos). Molesta por el hecho de que el parto no hubiera
salido como estaba previsto, Burnside estaba decidida a conseguir una buena
lactancia materna. Después de todo, décadas de investigación han demostrado que
la leche materna confiere a los bebés beneficios nutricionales y de salud
vitales, incluida la protección contra enfermedades como la diabetes y el
síndrome de muerte súbita del lactante.
Sin
embargo, esto último tampoco resultó como lo había previsto. Burnside amamantó
a su hijo y se extrajo leche materna las 24 horas del día para mantener el
flujo de leche, tal y como había aprendido en la clase de 45 minutos a la que
había asistido durante el embarazo. Pero al cabo de un par de semanas, su hijo
seguía sin ganar peso. El pediatra le instó a que le diera más alimento; le
recomendó complementar con leche artificial si no podía producir suficiente
leche materna. Pero Burnside se negó a renunciar a la lactancia materna en
exclusiva.
Jennifer
McClure y su hija Esme con el sacaleches que le dieron durante una larga
estancia en el hospital. Jennifer se sacaba leche cada tres horas mientras
estaban separadas para intentar dar el pecho de forma exclusiva, pero Esme
había desarrollado una preferencia por la mamadera.
Según los Centros
para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU (CDC, por sus siglas
en inglés) más del 80% de las nuevas madres empiezan intentando dar el pecho. Sin embargo, al cabo de tres meses
(el tiempo que las mujeres estadounidenses se toman licencia por maternidad)
menos de la mitad sigue dando el pecho de forma exclusiva, y sólo una cuarta
parte lo hace durante los seis meses que recomienda la Academia Americana de
Pediatría.
Son muchas las
madres que empiezan a complementar la lactancia con leche artificial o la
cambian por completo.
Pero la escasez de preparados para lactantes causada por la contaminación
bacteriana que provocó una amplia retirada de productos del mercado en Estados
Unidos ha puesto de manifiesto los problemas generalizados a los que se
enfrentan las mujeres que dan el pecho.
Aunque se calcula
que sólo entre el 5% y el 10% de las mujeres son fisiológicamente incapaces de
dar el pecho, muchas más afirman que no producen lo suficiente o que hay alguna
carencia nutricional en su leche que impide que el bebé prospere. Sin embargo, se ha investigado
sorprendentemente poco sobre la forma en que la lactancia se estropea. Según
aseguran la mayoría de los expertos, el apoyo institucional a las mujeres que intentan
amamantar es igualmente mínimo. A diferencia de la industria láctea, que ha
financiado amplios estudios sobre la lactancia en el ganado, los investigadores
apenas han abordado la leche humana.
Sin
embargo, en los últimos años, la investigación se ha impulsado a medida que los
científicos investigan factores como la genética, la exposición ambiental y la
dieta, con la esperanza de obtener respuestas para las futuras generaciones de
madres.
"La
ciencia está evolucionando tan rápido que creo que la próxima década va a ser
muy interesante en este campo", asegura Shannon Kelleher, investigadora de
ciencias biomédicas y nutricionales de la Universidad de Massachusetts Lowell.
En busca
de respuestas por voluntad propia, Burnside recurrió a un endocrinólogo para
averiguar si podía tener resistencia a la insulina, que, según había oído,
podía provocar una baja producción de leche. Aunque las pruebas revelaron que
tenía algunos marcadores del síndrome de ovario poliquístico, que puede causar
resistencia a la insulina, el especialista le dijo que no necesitaba medicación
para mejorar su sensibilidad a la insulina.
Finalmente,
Burnside se unió a un grupo de apoyo en el que encontró apoyo emocional pero no
respuestas. Siguió amamantando, pero a su pesar complementó la alimentación de
su bebé con leche artificial. "Seguía sin saber qué hacer", sostiene.
La
biología de la lactancia
La
lactancia materna puede parecer sencilla a simple vista: una mujer levanta al
niño contra su pecho, el bebé se prende y todo funciona, ¿verdad? Pero, como
saben las madres, la lactancia es un proceso complejo que puede fallar de
muchas maneras.
"En
realidad, se trata de una orquestación muy bien sincronizada de diferentes
hormonas que se unen a sus receptores específicos y provocan reacciones muy
concretas", afirma Kelleher. Cualquier cosa que interfiera en estas
reacciones "interrumpirá la lactancia, a veces en cuestión de horas".
Los
pechos sólo alcanzan su plena madurez durante el embarazo, al inundar el cuerpo
con un cóctel de hormonas que impulsa el desarrollo de la maquinaria de
producción de leche. Kelleher compara las glándulas mamarias con un racimo de
uvas: los conductos lácteos son los tallos y los espacios huecos donde se
acumula la leche (las uvas) se llaman alvéolos. Hay una docena de estos racimos
en cada mama, y cada uno contiene dos tipos de células. Las células del
interior de los alvéolos producen leche, y las células musculares que rodean
estas estructuras se contraen, empujando la leche hacia los conductos.
Al nacer
el bebé, la retirada de la placenta provoca un descenso repentino de la hormona
progesterona, que activa la producción de leche.
Se
necesita otra compleja secuencia de acontecimientos para liberar la leche.
Cuando el bebé succiona el pezón, se activan impulsos nerviosos sensoriales en
el cuerpo de la madre que liberan prolactina y oxitocina. Estas hormonas animan
a las células de la glándula mamaria a liberar leche. Para mantener el proceso
de lactancia, el bebé debe mamar con regularidad o, de lo contrario, la
glándula mamaria volverá a su estado anterior al embarazo.
Cómo
falla la lactancia
Cuando
Burnside se quedó embarazada de su segundo hijo, en 2012, ya entendía mucho
mejor la lactancia materna: sus dificultades para alimentar a su primogénito la
habían inspirado a cambiar de carrera e inscribirse en un programa de enfermería
para estudiar la lactancia.
"En
mi mente eso iba a suponer un gran cambio", dice. A diferencia de su
primer embarazo, Burnside llegó a la sala de partos con el conocimiento de
todas las posibles "trampas" (como ella las llama) que pueden
obstaculizar la producción de leche. Entre ellas, esperar demasiado tiempo para
alimentar al recién nacido y ofrecer leche artificial en lugar del pecho en los
primeros días de vida.
"Se
trata de un momento muy crítico para establecer la lactancia", cuenta
Parul Christian, director del programa de nutrición humana de la Escuela de
Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins. Los expertos recomiendan dar el pecho
a la hora de nacer para iniciar el proceso de señalización hormonal. Ofrecer
leche artificial también priva al recién nacido del calostro (la primera forma
de leche materna que el cuerpo produce durante los dos o cuatro días
posteriores al nacimiento), que está repleto de nutrientes vitales, anticuerpos
y antioxidantes.
Muchas
mujeres pueden superar sus problemas de suministro de leche con apoyo y
educación, dice Ann Kellams, pediatra de la Universidad de Virginia y
presidenta de la Academia de Medicina de la Lactancia. Al igual que Burnside,
la mayoría de las madres primerizas sólo reciben una formación básica sobre la
lactancia, y no son las únicas. Kellams afirma que la mayoría de las facultades
de medicina ofrecen poca formación sobre la ciencia de la lactancia. Durante su
propia residencia pediátrica, dice, las sesiones educativas sobre lactancia
materna que se impartían en su hospital a la hora del almuerzo estaban
dirigidas por representantes de empresas de leche artificial.
Si los
padres y los médicos estuvieran mejor informados, Kellams sostiene que podrían
estar más tranquilos. Por un lado, podrían preocuparse menos por una baja
producción de leche si comprendieran que la cantidad de leche que producen
varía según la etapa de desarrollo del bebé, y que a veces el bebé no necesita
mucha. Y aunque muchos progenitores complementan con leche de fórmula cuando la
leche parece escasa, esto puede ser contraproducente y hacer que la producción
de leche disminuya aún más.
"Tienes
que haber dado señales desde el principio cada vez que tu bebé tiene hambre
para que tu cuerpo sepa que debe y necesita producir leche", cuenta
Kellams. "Pueden pasar semanas hasta que se recupere el suministro. No es
como un interruptor que se enciende y se apaga".
A veces,
el desafío también puede estar en el lado del bebé. Las afecciones como el
anclaje de la lengua (cuando una banda de tejido ata la punta de la lengua al
suelo de la boca) pueden impedir que el bebé estimule adecuadamente el pezón.
Las
nuevas madres y padres, no deberían verse obligadas a resolver todos estos
posibles problemas por sí mismas, dice Kellams. Defiende el acceso a asesores
de lactancia, que pueden solucionar los problemas, así como el apoyo
institucional, como la baja por maternidad pagada, que hace más factible la
rutina de alimentación y extracción de leche sin parar.
Pero ni
siquiera el acceso a una excelente atención sanitaria va a ser suficiente para
todas las mujeres. No lo fue para Burnside. Logró amamantar a su segundo hijo
durante unas dos semanas antes de que el pediatra le advirtiera que había que
hacer algo más. A las dos semanas, los bebés suelen beber entre 56 y 85 gramos
cada par de horas. A Burnside todavía le faltaban unos 170 gramos de leche al
día, y nadie tenía ni idea de por qué.
Esme
Smith ignora una mamadera de leche materna. Jennifer quería que su hija gozara
de todos los beneficios de su leche, pero el trabajo de la extracción frecuente
le pasaba factura a su propio bienestar.
¿Cómo
influye la biología en la producción de leche materna?
Kelleher
sostiene que la biología puede desencadenar problemas con la lactancia en
formas que la ciencia apenas está empezando a investigar.
Se sabe
que hay varias condiciones médicas que interfieren en la lactancia: la cirugía
mamaria (ya sea una mastectomía, un aumento o una reducción) puede destruir la
arquitectura de la glándula mamaria, y también hay una rara condición en la que
las mujeres no desarrollan suficiente tejido mamario durante la pubertad. Los
problemas de tiroides, la diabetes y el síndrome de ovario poliquístico pueden
afectar a los niveles hormonales y alterar la delicada interacción necesaria
para que la leche siga fluyendo. Y se ha descubierto que el estrés crónico
agota la energía que el cuerpo necesita para producir leche.
Pero Kelleher
dice que hay otros factores biológicos que pueden afectar a la producción de
leche de una mujer. De ellos, la dieta es el factor del que se tiene un mayor
conocimiento. Tanto la obesidad como la desnutrición afectan a los niveles
hormonales del cuerpo, y Christian dice que la dieta de una madre puede influir
en el perfil de grasas y vitaminas de su leche. Por ello, muchas mujeres que
amamantan toman suplementos nutricionales y se les anima a consumir una dieta
sana y evitar déficits calóricos repentinos.
Kelleher
afirma que cada vez hay más curiosidad sobre el papel que podrían desempeñar
los antioxidantes en la reducción del estrés oxidativo, un estado en el que los
electrones errantes del cuerpo "básicamente empiezan a atacar diferentes
partes de la célula". Si esos electrones matan a las células de la
glándula mamaria, esto puede encoger los alvéolos y devolverlos a un estado
anterior al embarazo. Se cree que los antioxidantes como el fenogreco, un
ingrediente habitual en los suplementos de lactancia, ayudan a estabilizar esos
electrones.
Sin
embargo, cuando se trata de entender el impacto de la genética en la lactancia,
Kelleher explica que "estamos milenios por detrás de la industria
láctea". Años de investigación han ayudado a identificar los genes del
ganado que favorecen un mayor contenido de proteínas o una mayor producción de
leche. En cambio, dice Kelleher, sólo ha habido estudios esporádicos en
humanos.
La propia
investigación de Kelleher se ha centrado en cómo las mutaciones genéticas afectan
al transporte de zinc en la glándula mamaria. El mineral está muy concentrado
en el calostro, lo que sugiere su importancia para los recién nacidos. También
señala otro estudio reciente de investigadores de la Universidad Estatal de
Pensilvania que mostró cómo una variación en un gen que produce la proteína
lactadherina está asociada a un bajo volumen de leche. Pero aún no está claro
por qué.
"Ni
siquiera sabemos qué hace esta proteína en la glándula mamaria y, sin embargo,
las mutaciones en ella se asocian a un bajo volumen de leche", dice.
"Eso me parece algo importante de entender".
Del mismo
modo, Kelleher señala que toda una vida de exposición ambiental a productos
químicos, microplásticos y otras sustancias nocivas podría afectar tanto a la
cantidad como a la calidad de la leche que producen los seres humanos. Y es
increíblemente difícil para los científicos no sólo distinguir cuál de estas
exposiciones podría haber causado daños.
"Hay
un sinfín de cosas que pueden ir mal, que van mal, y todavía no lo entendemos
por una serie de razones tanto sociales como políticas y financieras",
advierte.
El
futuro de la investigación
Históricamente,
a los investigadores les ha resultado difícil conseguir financiación para
investigar los factores biológicos que afectan a la lactancia materna. Esto se
debe, en parte, a la misma discriminación de género que se da en otros ámbitos
de la atención sanitaria, pero Kelleher afirma que resolver los problemas de la
lactancia materna no suele ser urgente para los financistas, que consideran que
la leche artificial es un respaldo adecuado en caso de emergencia. Pero incluso
antes de que la crisis de la leche de fórmula en Estados Unidos pusiera de
manifiesto la debilidad de ese argumento, existían algunos indicios de que las tornas
estaban cambiando.
La
tecnología ha enseñado a los científicos en los últimos años que la leche
humana "es rica no sólo en nutrientes, sino en todos estos bioactivos que
influyen en la salud del bebé, en su crecimiento y maduración, y en su desarrollo",
afirma Christian. En un artículo publicado el año pasado con investigadores de
la Fundación Bill y Melinda Gates y de los Institutos Nacionales de la Salud,
aboga por conocer mejor el tema.
Y la
financiación está empezando a llegar. En 2020, la Fundación Gates apoyó la
creación del Consorcio Internacional de Composición de la Leche, centrado en
cómo optimizar el valor nutricional de la leche humana. Luego, el año pasado,
los Institutos Nacionales de Salud establecieron su propio grupo de trabajo sobre
la ecología de la leche materna, publicando una convocatoria de propuestas de
investigación. Kellams dice que la Academia de Medicina de la Lactancia Materna
también está desarrollando una agenda para abordar las preguntas clave de las
madres y los padres sobre la lactancia.
"No
lo hacen sólo por la increíble ciencia que conlleva", aclara Christian. Un
mejor conocimiento de la biología de la leche humana podría cambiar la vida de
millones de mujeres de todo el mundo y de sus hijos, sobre todo de los que viven
en entornos de bajos ingresos donde la malnutrición es habitual.
Para
Burnside, cualquier revelación que surja de esta investigación será demasiado
tardía para su familia. Hace tres años, dio a luz a su tercer hijo y se
convirtió en asesora de lactancia certificada, lo que le permitió dominar la
lactancia materna.
Burnside
había sufrido una hemorragia posparto, una rara afección en la que la mujer
experimenta una fuerte hemorragia en los días posteriores al parto que se sabe
que retrasa la lactancia. Cuando por fin le subió la leche, todavía le faltaban
entre 113 y 170 gramos. Nunca sabrá con certeza, dice, si está relacionado con
la hemorragia o si forma parte de un problema biológico más amplio.
"Tenía
habilidades y capacidad para abogar por mí misma y una situación laboral en la
que podía extraerme leche tantas veces como quisiera", relata. "Tenía
todo eso y aun así acabé con un gran signo de interrogación al final".
Fuente: National Geographic 1/07/2022