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La crianza con apego
Cada vez suma más adeptos la crianza con apego en el país y en
el mundo, debido a que numerosos estudios indican que este tipo de crianza
vuelve más seguros e independientes a los niños. Plantea un mayor contacto
entre padres e hijos, sobre todo en los primeros años de vida. La lactancia
prolongada, el colecho y el porteo son los pilares fundamentales de una teoría
que muchas familias prefieren a la hora
de criar a sus pequeños.
Cargar al bebé en
brazos o hacerle “upa” no es “malcriarlo”, según la teoría del apego. Por el
contrario la misma asegura que cuanto mayor sea la proximidad entre padres e
hijos, estos crecerán desarrollando una personalidad segura e independiente y estableciendo
relaciones sanas. De acuerdo a las investigaciones
realizadas sobre el tema, este tipo de crianza tiene efectos positivos en las
diferentes etapas de la vida.
Poder decodificar y
satisfacer las necesidades del bebé, como sucedía cuando estaba todavía en la
panza de mamá, conlleva beneficios extraordinarios. Cuando el niño recibe el
100% de atención de los padres o cuidadores, se siente protegido, contenido y
amado. Por eso, esta filosofía, que empezó a hacerse más fuerte en los últimos
30 o 40 años, asegura que el pequeño crecerá con una mejor autoestima y será un
adolescente y luego un adulto más seguro e independiente.
La lactancia con apego
es una lactancia centrada en el vínculo de la mamá y el bebé. Lo ideal es
amamantar en lugares tranquilos y de gran intimidad, para de esta manera
convertir el simple hecho de alimentar en un sublime acto de amor, donde madre
e hijo funden sus miradas y no existe nada más a su alrededor. La crianza con
apego promueve la lactancia materna a demanda y prolongada, es decir que cada
vez que el niño pida estar en contacto con el pecho de su madre, ella lo
consentirá. Los niños no piden teta sólo para alimentarse sino también para
sentir el calorcito de mamá y saberse contenidos entre sus brazos. Y al hablar de
lactancia prolongada, nos referimos a aquella que se extiende más allá de los
dos años y que se va abandonando de forma progresiva, en un proceso en el que
intervienen tanto la madre como el niño, sin límites de edad.
El colecho es
una práctica mediante la cual los niños duermen junto a uno o ambos padres.
Quienes defienden esta práctica aseguran que desde que el mundo es mundo los
bebés han dormido con mamá y papá y sostienen que esto favorece la lactancia y
el vínculo. También se cree que los bebés que duermen cerquita de mamá lloran
menos y descansan más y mejor. Sin embargo los detractores indican que el
colecho puede ser peligroso para un bebé ya que se han dado muchos casos de
muerte por ahogo o aplastamiento. Consideran, además, que el riesgo aumenta
cuando los padres están muy cansados o han consumido alcohol, drogas o
pastillas para dormir. Unicef recomienda la cuna adosada a la cama de los papás
como lugar seguro para el sueño.
El porteo es
un método que posibilita al bebé estar pegadito a su mamá por más tiempo.
Gracias a lo que hoy llamamos portabebés, pero que viene usándose por
generaciones en diferentes culturas, el niño permanece encima de la madre
mientras ella realiza diferentes actividades, teniendo en cuenta que sus manos
quedan libres. En el mercado hay distintas variedades de bandoleras, fulares y
hasta portabebés ergonómicos que fueron creados para adaptarse a la anatomía
del niño. Entre las ventajas del porteo podemos mencionar que se reducen los
cólicos por la posición vertical y el calor corporal y que contribuye a la
estimulación temprana.
Con
el asesoramiento de María Eugenia Funes. Proyecto Munakuna.