de portada
Rebeca Aldunate "La belleza de ser mamá"
Periodista en Canal 11 de Salta
Mamá de Julieta
Siendo muy sincera me
acuerdo que mis primeros meses de mamá fueron muy difíciles. Recuerdo haberme
sentido entre postergada y
funcional. Claro, tantos cambios físicos y emocionales requerían, sin
duda, una madurez para asimilarlos y llevarlos adelante que todavía no existía.
Con el tiempo empecé a identificarme y a reconciliarme con
esta nueva imagen y noté algo muy importante. No podía prescindir de una sensación
específica; la de sentirme, además de
una mamá, una mujer atractiva. Al principio encontré cierta incompatibilidad
entre esas cualidades. ¿Podía ser mamá
reciente y una mujer sensual y atractiva al mismo tiempo?
Diecisiete años
después y desde un lugar de
observadora veo que no se trataba
solamente de un tema físico sino de una
importante cuota de miedo e inseguridad.
No había que recuperar sólo la imagen y el cuerpo de antes sino que tenía que recuperar la seguridad
desde otro lugar. Ya nada iba a ser como antes. Podía ser mejor.
Junto con mi hija
nacía una mujer diferente: la madre. E inevitablemente un nuevo significado a
mi identidad femenina. Claro está que la conexión que se produce en el inicio
de esta etapa es tan fuerte que te lleva
a priorizar la vida de tu hijo sobre la propia para darle sostén. Y tal como lo dije, creo que es una etapa, la
siguiente tocaba priorizarme a mí. Y no
por eso dejaba de tener las cosas ordenadas. Esto es como las instrucciones de
las azafatas, “póngase la máscara usted primero
y luego ocúpese de ponerle la máscara a la persona a su cuidado”.
Fue un buen ejercicio
que a lo largo del tiempo me regaló momentos de mejor calidad con mi hija y
apareció esa caja de sorpresas que tiene toda mujer en ese gran mundo
interior. En definitiva, la maternidad
no dejó de ser un rol fundamental en mi vida, quizás el más importante, pero
para nada el único que me lleva a la plenitud.
Pasaron muchos años
desde aquel desafío pero hay algo más que descubrí en esta brillante aventura que se le ocurrió a Isabel
Alonso. Mientras nos sacábamos las fotos y yo esperaba mi turno me dediqué a
observar a las flamantes mamás. A las mamis primerizas
y a las que eligieron volver a
embarcarse en este gran sentido de la vida. Y noté que había algo más que se
había sumado a la imagen que yo tenía de ellas y no lograba descubrir que era.
Sin dudas, era la belleza
de su actitud, de esa mirada de mujeres reales, con mucho coraje, libres y
luchadoras, que eligieron ser mamás. Me
dí cuenta de la gran sensualidad que eso despierta. La belleza también es un
conjunto de gestos y actitudes. Entonces pensé que quizás hace 17 años, yo
también la tenía, simplemente que estaba
muy ocupada para notarlo.
Lo bueno de todo esto
es que la belleza de ser mamá traspasa cualquier prejuicio. No es solamente un
atributo físico inmutable sino una opción emocional que todos podemos tomar.