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La angustia del octavo mes

También conocida como crisis de separación, la angustia del octavo mes es un hito en el desarrollo del bebé y en la construcción de su personalidad. Hasta ahora el niño se sentía uno con su mamá, existía una unión simbiótica, pero a medida que va adquiriendo cierta independencia va comprendiendo la diferencia entre el yo y no yo, y comienza a tener un registro de que siente algo distinto a su entorno. Esto le provoca una gran angustia y ansiedad lo que se traduce en episodios de llanto, a veces desconsolados, y en una necesidad imperiosa de aferrarse a su madre.

¿Tu bebé llora mucho, no duerme bien y quiere que sólo vos lo cargues a upa? Es posible que esté atravesando la angustia del octavo mes. Puede pasarle a partir de los 5 meses de vida y más ahora que los niños vienen tan adelantados. Coincide generalmente con algunos cambios que se producen en su desarrollo y que lo vuelven más independiente, como complementar la lactancia con alimentos sólidos o comenzar a gatear.

Cuando descubra que no es una prolongación del cuerpo de su madre y empiece a diferenciar al entorno que lo rodea, experimentará una sensación de profunda angustia. Temerá al abandono y a la separación y se sentirá desprotegido. De pronto esa burbuja maravillosa en la que vivían con mamá comienza a desarmarse. Es común que en esta etapa toque y mire repetidamente sus manos y pies, explorando su cuerpo y entendiéndose a sí mismo como otro individuo.

A través del llanto manifiesta su disconformidad y su necesidad de tener cerca a la mamá. Vos sos la única que pueda calmarlo en esta etapa. Cuando no estás, la familia entra en pánico porque no saben de qué modo darle consuelo. Ante todo ¡paciencia! y no forzarlo porque esto produce más angustia.

Algunas mamás se equivocan al pensar que si los cargan en brazos y responden a todas sus demandas de inmediato los están “malcriando”. Lo cierto es que en esta etapa es fundamental que el bebé no se sienta rechazado por su madre. La contención, el afecto y el contacto serán el mejor alimento y lo harán un niño más feliz y seguro.

Poco a poco, también irá distinguiendo los rostros conocidos de los extraños. Es habitual que al ver una cara que no le resulte familiar se asuste, se esconda o llore desconsoladamente. Además, mostrará su desagrado si quieren cargarlo en brazos y se pondrá especialmente nervioso si lo miran o le hablan.

¿Cómo acompañarlo?

• Mediante el juego: la dinámica de desaparecer y aparecer detrás de una manta es ideal para este periodo. Jugando el bebé irá incorporando que algo que desaparece luego vuelve a estar frente a sus ojos. Esto lo ayuda con la comprensión de que si mamá o papá salen a trabajar no se van para siempre, ni van a abandonarlo, sino que al cabo de un tiempo regresarán. Por eso se recomienda no salir a las escondidas sino más bien decirles que pronto estarán de vuelta.

• Mimarlo día y noche. Si por las noches se despierta más seguido es posible que le baste con ver la cara de mamá y volverá a conciliar el sueño más tranquilo.

• Responder a las señales de alerta: Si notamos que el bebé está muy decaído y no quiere comer sería oportuno realizar una consulta con el pediatra o con el psicólogo. Se estima que esta crisis se extiende entre dos y seis meses, si se prolongara más ya tendríamos que preocuparnos.

¿Sabías qué?

Según Freud en el juego de aparecer-desaparecer el niño incorpora que el objeto se desprende y vuelve y surge la alternancia entre el adentro y el afuera. El acento está puesto en el arrojar, dice Freud. No es que se arroja afuera, sino que este arrojar produce un afuera que antes no existía.

Con el asesoramiento de Daniela Furst. Psicóloga.





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